Eran dos desconocidos que el azar había unido y
la noche los cubría y los mantenía en el anonimato. Sus manos empezaron
a rozar sus cuerpos, suave y lentamente. Sus cuerpos muy cerca el uno
del otro, sus corazones latiendo fuerte y sin aliento. El deseo acabo
consumiéndolos y las suaves caricias y esa timidez inicial desparecieron
dando lugar a una pasión sin censura. Sus manos recorrían mí cuerpo y me apretaban fuertemente de espaldas contra la pared. Sus dientes y su lengua sobre mi cuello me estremecían y me daban muestras
de su deseo de querer poseerme ahí mismo.